“Me levantaré y por las calles y plazas buscaré al amado de mi alma…” (Cant. 3, 2)
¡Qué fortaleza, qué temple, qué locura la de María! Sabía lo duro que sería seguir de cerca a Jesús camino del calvario, pero decide hacerlo. Y lo hace. Su amor era más fuerte que el miedo y el dolor atroz. Había llegado el momento de que la espada de dolor se hundiera despiadada en su corazón al contemplar la pasión de su hijo. No se esconde, ahí estaba Ella, muy cerca.
Nuestra vida, a veces, también es un duro viacrucis. Sobre todo en momentos como el que estamos viviendo... No suframos sin sentido, con mera resignación. Busquemos, por la cuesta de nuestro calvario, esa mirada amorosa y confortante de María , nuestra Madre. Ahí estará Ella, siempre que queramos encontrarla, acompañándonos y dispuesta a consolarnos y compartir nuestros padecimientos.
Dios te salve, María…
ORACIÓN
Madre Dolorosa junto a la cruz del HIJO,
Tú, que también has conocido el sufrimiento,
calma nuestros sufrimientos con tu mirada maternal y tu protección.
Bendice a los enfermos y a quien vive estos días con el miedo,
a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje,
a las familias con jóvenes y ancianos,
a la Iglesia y a toda la humanidad.
Tú que fuiste capaz de salir al encuentro de quien sufría,
no nos dejes desesperar
sino al contrario, envíanos hacia nuestros hermanos,
que seamos un aliento de alegria en sus sufrimientos.
Amén!