Hoy, 17 de septiembre, celebramos la impresión de las llagas de Jesús en el cuerpo de San Francisco de Asís.
Francisco, de tanto amor que sentía y que quería sentir de la persona de Jesucristo, meditó con mucho ardor todo lo referente a la humanidad de Jesús, que le apasionaba.
Y al igual que se le ocurrió escenificar en primer belén en Greccio en la navidad de 1.223, un año más tarde, estando de retiro en el monte Berna, meditando los sufrimientos que había padecido nuestro Señor durante la pasión, sintió que las mismas cinco llagas se imprimieron en su cuerpo. Francisco moriría dos años más tarde.
“Y ahora os anuncio un gran gozo y un nuevo milagro. El mundo no ha conocido un signo tal, a no ser en el Hijo de Dios, que es Cristo el Señor. No mucho antes de su muerte, el hermano y padre nuestro [Francisco] apareció crucificado, llevando en su cuerpo cinco llagas que son, ciertamente, los estigmas de Cristo. Sus manos y sus pies estaban como atravesadas por clavos de una a otra parte, cubriendo las heridas y del color negro de los clavos. Su costado aparecía traspasado por una lanza y a menudo sangraba.(…) Por tanto, hermanos, bendecid al Dios del cielo y proclamadlo ante todos, porque ha sido misericordioso con nosotros, y recordad a nuestro padre y hermano Francisco, para alabanza y gloria suya, porque lo ha engrandecido entre los hombres y lo ha glorificado delante de los ángeles".
(Carta de Fray Elías, anunciando la muerte de San Francisco de Asís, 3 de octubre de 1226).
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