“Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre” (Jn.19, 25)
Nunca podremos, ni remotamente, sospechar lo que significó de dolor para el corazón de María el contemplar en silencio la pasión y muerte de su Hijo.
Ella, que sabía perfectamente quién era Él.
Ella que humanamente habría querido anunciar a voz en grito la nefasta tragedia de aquel gesto, en un intento de arrancar a su Hijo de las manos de sus verdugos.
Ella, en último término, habría preferido suplantar a su Hijo…
Ella tuvo que callar, sufrir y obedecer. Esa era la voluntad de Dios. Y con el corazón sangrante y desgarrado María, al pie de la cruz, repitió, una vez más, sin palabras, en la más pura obediencia: “hágase tu voluntad”.
El padecer, el morir, no son la cumbre del amor. El colmo del sacrificio está en ver morir a los seres amados. Lo que una mujer, una madre debe padecer en un caso semejante, jamás lengua humana podrá decirlo.
¡Qué pequeños somos a tu lado María! ¡Qué ridículas nuestras cruces al lado de tu sacrificio! ¡Quién supiera amar así!
Dios te salve, María…
ORACIÓN
Madre Dolorosa junto a la cruz del Hijo Jesús,
Tú, que también has conocido el sufrimiento,
calma nuestros dolores con tu mirada maternal y tu protección.
Bendice a los enfermos y a quien vive estos días con el miedo,
a las personas que se dedican a ellos con amor y coraje,
a las familias con jóvenes y ancianos,
a la Iglesia y a toda la humanidad.
Tú que supueste mantenerte entera, de pie al pie de la cruz,
enséñanos a sacar ese coraje y ese tesón
que el Padre puso en nuestro ser para estos momentos tan difíciles.